¡Eh!

Recuerdos, tengo una pregunta para vosotros
¿Es posible que una persona deje de serlo?
...

Ya veo


15.5.11

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tanto. Ni lloraré. Pero Evan era mi hermano pequeño, solo tenía diecisiete años. Se perdió tanto de la vida… Mil veces maldije a la diosa de la Fortuna por lo que le hizo. Evan era demasiado bueno en todo ¿Quién no le tendría envidia? Incluso una diosa…  El final no fue algo que se pudiera evitar. No desde que lo dijo: “Sálvate tú, yo los detendré” Ni siquiera en su entierro fui capaz de dejar de pensar en ello. Mientras que el humo del incienso bendecido que desprendía el botafumeiro inundaba la sala tratando de ahogarnos aún más de lo que las lágrimas, la tristeza y la agonía lo hacían; y mientras el presbítero hablaba en palabras huecas que no eran ni siquiera un eco de lo que en verdad nuestros corazones querían expresar, de lo que en realidad mi corazón quería expresar; yo miraba el ataúd que apresaba el cuerpo inerte de Evan. Solo un fantasma de lo que él había llegado a ser antes de caer. Entre esa capilla de luto mi alma trataba de escapar y encontrar a Evan, pero él estaba muy lejos. Se había ido para siempre y yo jamás lo superaría.

Si preguntan qué fue de mi vida, puedo decir que he dejado esa estupidez de guardián de almas. “Dejemos que los muertos entierren a sus muertos” algo así dijo Jesucristo, en algún Evangelio, no sé en cuál, pero mi hermano lo habría sabido. Se sabía casi todas esas “frasecitas célebres” de la Biblia… pero él ya no está aquí. Por eso dejaré de desperdiciar mi vida. Ya que Evan no ha podido vivir la suya viviré la mía en su nombre. Puede sonar egoísta, pero sé que a él le habría gustado. “Carpe diem” me habría dicho “Vive el momento”. Su recuerdo me hace llorar de alegría. Siento como si él viviera en mí, ojalá fuera cierto… Hay gente capaz de verle el lado bueno a todo,  incluso al dolor. Yo no soy uno de ellos, pero sé que el dolor une. Digamos que me reconcilió del todo con mis padres, pero soy demasiado orgulloso para volver a casa. Además ya soy mayorcito y puedo valerme por mí mismo. No fue difícil algo a lo que podía dedicarse alguien como yo. Dicen que todos los genios estuvieron un poco locos y en mi caso por eso no hay problema. Pasé cuatro años fingiendo ser un superhéroe y yo mismo me lo creí. La respuesta fue sencilla. Arte. Lo único que se me dio bien alguna vez en la vida. Evan siempre me dijo que tenía talento, que me dedicara a ello, pero yo le respondía que eso no tenía salida. Ahora mismo estoy lo suficientemente loco como para arriesgarme, poco me importa ya la salida o no. No estoy seguro, pero creo que me dedicaré a los cómics. Nosotros siempre adoramos los cómics. Eran la mezcla perfecta entre dibujos e historias. Después de todo no tiraba el tiempo cuando los leía en vez de estudiar, por no hablar de lo parecida que fue mi vida a un cómic durante cuatro largos años. Supongo que a Evan le habría gustado que el mundo supiera nuestra historia. La del estúpido guardián de almas y el verdadero héroe que se atrevió a decir:

“Sálvate tú, yo los detendré”

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hombre… me habría gustado poder pasar más tiempo contigo. – sin poder evitarlo rompo a llorar.

-A mí también me habría gustado, pero no va a poder ser. – dice Evan con una pequeña y débil sonrisa bailándole en los labios.

-¿Cómo lo aguantas todo? ¿Cómo puedes ser tan fuerte? Tienes cáncer y sabes lo que eso significa, tu hermano mayor es el mayor idiota del mundo y te hace daño sin pensar, la chica que te gusta es una maldita bruja que solo se te acerca por interés… ¿Cómo es que sigues sonriendo como si nada? ¿Cómo es que puedes sonreír?

-Bueno, uno acaba por acostumbrarse y… por llorar no voy a arreglar nada. – intento tragarme las lágrimas para no quedar tan mal delante de mi hermano pequeño.

-¿Cómo es que no me odias?

-Eres mi hermano mayor, no creo que sea posible odiarte. Además, tú nunca has tratado de hacerme daño. Excepto en nuestra gran pelea, pero incluso yo disfruté pegándote, lo reconozco. Te estabas portando como un idiota.

-Ya, y tú.

-Éramos dos idiotas en una pelea sangrienta… que lástima que no lo hubiéramos grabado para reírnos un rato.

-Y que lo digas. – Soltamos un par de carcajadas que se apagaron en sonrisas silenciosas que derivaron en un silencio incómodo. No quiero perder más tiempo de hablar con mi hermano. Hay tantas cosas que le quiero decir, pero las palabras son difíciles. Intento empezar:

- Permíteme romper este silencio incómodo. – me miró con una mirada brillante y una amplia sonrisa. Parecía a punto de decir algo, pero desistió – Entonces ¿estoy perdonado?

-Claro, ¿Yo?

-Claro… ¡Ah! ¿A que no adivinas qué vi esta mañana?

-No, dime.

-Una serpiente y una abeja. Peleando.

- No fastidies ¿de verdad?

-Te lo prometo.

- ¿Y quién ganó?

-La serpiente, se tragó a la abeja.

-Oh, qué pena, la última vez que pensé en ello me decanté por la abeja… Bueno, supongo que ya hemos resuelto el enigma. – me abrazo a él.

-Te quiero, Evan.

-Yo también, Angelo.
Si queréis saber si Evan salió de esta… bueno, me encantaría poder mentiros. Deciros que todo fue bien, que se salvó y que pasaremos todas nuestras vidas juntos. Pero todos sabemos que la vida no es como a uno le encantaría que fuese. Evan dejó este mundo y yo me quedé más solo incluso que lo que él se quedó cuando yo huí de casa. ¿Lloré por él? Sí, jamás había llorado

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-Diciéndome eso me dan ganas de no reconciliarme contigo nunca.

-No creo que la muerte tenga la amabilidad de esperarte, así que es mejor que nos demos prisa.

- Es que… es tan injusto… Y pensar que he estado tirando mi vida a la basura mientras a ti se te escapaba de las manos… debería haber sido yo.

-Vamos, no digas eso, Angelo. Alguien tan guay como tú tiene que seguir vivo hasta el final de la película.

-¿Yo? Tú has actuado de forma mucho más heroica.

-Bueno, tú vas vestido como un superhéroe de verdad y tienes una ametralladora genial. Eso gusta mucho más a la gente, créeme.

-Totalmente imposible. Yo solo soy un pirado más. Y en cuanto a mi ametralladora… ni siquiera es de verdad, la uso para guardar golosinas. – contuve las lágrimas y sonreí. Evan ha estallado en carcajadas – No, es en serio, mira. – He abierto el mecanismo levantando el mango y le he enseñado las chucherías que hay dentro.

-Qué guay… Yo jamás me habría atrevido a echarle cara e ir así por la vida. Por ello siempre serás mi superhéroe favorito.

-Tú el mío.

- Y hablando de superhéroes… ha llegado la hora de esa frase.

- Uh, odio esa frase, solo con decirla ya serás un superhéroe y te recordarán para siempre, pero… ¿a qué precio?

-La muerte nos tiene arrinconados a los dos. Entonces es cuando yo lo digo… “Sálvate tú, yo los detendré”

-Un final digno para alguien tan guay como tú – creo ver cómo se sonroja un poco. Después de todo, mi hermanito sigue ahí   dentro. - ¿Podrás perdonarme todo lo que te he hecho?

-No tengo nada que perdonarte, es más, creo que tú deberías perdonarme a mí.

-¿Cómo que nada que perdonarme, Evan? Te dejé solo cuando más me necesitabas y luego, al reencontrarnos, me comporto como un idiota y gracias a mí casi te abres la cabeza.

-No, lo que pasa es que fui demasiado crío. No pude soportar que te fueras. En el fondo esperaba que me llevaras contigo – me dispongo a interrumpir, pero él sigue hablando – pero sé que un crío como yo solo habría sido una carga. Y cuando nos volvimos a ver me quise hacer el indiferente, aunque en realidad quisiera… bueno, qué sé yo lo que quería hacerte… Ah, y perdón por la paliza cuando la brecha me la hice yo solo.

-Yo te empujé

-Pero yo pude haber evitado la lápida.

-Y yo pude haber evitado el puñetazo si no hubiera estado demasiado ocupado riéndome de ti.

-Siempre se te ha ido la fuerza por la boca. – el muy condenado se está riendo de mí, pero me lo merezco.
-Has crecido, ya no eres un crío. En realidad siempre fuiste más maduro que yo. Si yo hubiera estado en tu lugar no habría sido capaz de soportarlo, habría hecho tantas locuras… Ya eres un

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-¿Evan tiene un hermano? Es un poco rarito ¿no? ¿Qué hace aquí?

-Tiene que hablar con Evan. – me inclino y sin que se den cuenta me acerco a su corro de cotilleos.

-Señoritas, si tienen algún problema conmigo, me lo dicen a la cara. – creo que he asustado a la mayoría.

-Pues yo sí que tengo un par de cositas que decirte. Eres un idiota y un insensible. Antes me parecía encantador que fueras tan rarito, pero ahora sé que estás completamente loco. Y me da igual que seas mono, ya no me interesas para nada. ¿Te enteras?

-Sinceramente, no me importa lo más mínimo – he soltado sonriente. Le revuelvo el pelo. Ella me fusila con la mirada, pero es mejor que me odie. No quiero cerca a esa clase de gentuza. – Bueno, parece que mi hermano no va a venir, os dejo. – Me está siendo casi imposible seguir sonriendo, porque creo que mi mal presentimiento es cierto. ¡Qué creo ni creo, es seguro! Me giro y me dirijo a mi moto. Conteniendo las lágrimas como puedo y peleando contra el nudo que trata de tragarse mi estómago desde dentro. Me he puesto y el casco intentando huir de todos los fantasmas que tratan de atraparme, de todas las heridas que tratan de asustarme y de toda la oscuridad que trata de engullirme. Jamás dejaré que se me lleven. Jamás les dejaré acallar mi voz. Ahora galopo hasta mi destino final. Los dados ya están echados, solo espero no llegar tarde.

He pasado por casa y nada, vacía… Sabía que Evan no estaba allí, pero bueno… Acabo de llegar a la puerta del hospital. No creo que me dejen entrar. Todos me ven como un pirado disfrazado que lleva una ametralladora de colorines a la espalda. Definitivamente no parezco de fiar. Oigo su llanto. Un chillido espantoso, un llanto. Tal vez me lo esté imaginando, pero es el sollozo de una Banshee, eso lo puedo asegurar. Dicen que las Banshees lloran bajo las ventanas de los futuros difuntos. Suena desde uno de los laterales del hospital. Yo sé desde dónde. No he olvidado dónde ingresaron a mi abuela. Tercer piso, al fondo a la derecha. Subo a un árbol cercano a una de las ventanas laterales. Si no me equivoco ahí es justo dónde se quedó la abuela. Sería demasiado casual que Evan estuviera allí, pero disfrutaré dándole un susto al enfermo que se quede allí. He entrado de un salto por la ventana y, para mi sorpresa, el que está en la cama ríe. Está riendo. Conozco esa risa. La de mi hermano pequeño.

-Si alguna vez te has sentido enfadado… me recordaste a Frank… bueno, da igual, no creo que recuerdes el vídeo… - ha murmurado entre carcajadas. Ahí está mi hermano, más pálido que las sábanas que lo envuelven y con esas horribles ojeras rondándole alrededor de los ojos. Parece que la brecha de la cabeza le va mejor. Me he puesto de cuclillas a un lado de la cama. Le tomó la mano y le miro a los ojos. A sus preciosos ojos verdes. Lo sabe. Sabe que vengo a arreglar las cosas. Está helado y tiembla, pero débilmente, intenta sonreír. Sin pensarlo me he aferrado con más fuerza aún a su mano y murmuro rompiendo a llorar:

-No te mueras, hermanito.

Ríe un poco con los ojos en blanco.

-¡Maldita sea! No puedes pedirme algo más fácil, como que piratee el ordenador central de la CIA. No, me pides que burle al colega de la guadaña… ¡Tío!

-Pero, no puedes acabar así, Evan.

-Si lo piensas así, de pasada tal vez sí que creas eso, pero yo llevo tanto tiempo reflexionando sobre ello y ya no se me antoja tan descabellado… Yo no lo habría escogido, pero, quiero decir, tampoco es que se me haya quedado nada pendiente… Je je, excepto tú, pero tengo la intención de solucionar esto cuanto antes.

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Volviendo a la pelea. La serpiente acaba de tragar a la abeja. No pude evitar estremecerme. Nunca habíamos llegado a decidir un ganador, ni siquiera había bandos definidos. Lo que me dolió fue que aquello que nosotros habíamos imaginado como una batalla épica no fuera más que una depredación animal. Me siento como cuando me dijeron que los reyes magos no eran de verdad.

-¿Qué pasa? – pregunta Sienna después de recuperarse del susto que le ha pegado el frenazo.

-Nada… -digo tras pensármelo un poco. Podría contárselo, pero no le importaría, es una tontería. Justo como lo del espantapájaros. – Nada, venga, vamos. – vuelvo a acelerar.

Ya estamos casi en el instituto. Quedarán como un par de calles… Cuando los he visto he vuelto a frenar en seco, pero esta vez con motivos. Esto es serio. En un gesto rápido he cogido mi ametralladora y les apunto.

-¿¡Qué demonios estás haciendo!? – ha gritado Sienna entre asustada y enfadada.

-¡¡Son una Banshee y un Cù Sìth!! ¡¿No los has visto?! ¿¡No oíste a la Banshee!?

-¡¿De qué estás hablando?!

-Una Banshee es una figura de la mitología irlandesa, es como un hada que aparece cuando la muerte está cerca y su llanto es un augurio de muerte seguro. ¡Y estaba llorando! Y un Cù Sìth, también de la mitología irlandesa, es un perro mágico malvado cuya aparición predice la muerte de un pariente. Parece un enorme perro negro, verde o rojo y blanco de ojos amarillos ¡Y eso es lo que está con la Banshee! No sabes mucha mitología ¿verdad? Claramente esto es una Banshee. De pelo negro, pálida y con las mejillas sonrosadas de tanto llorar.

-¿El qué? ¡No estás apuntando a nada! - ¿Cómo que no estoy apuntando a nada? Yo estoy apuntando a… ¡Qué demonios! ¿Nada de Nada? Ahí mismo estaban… Pero si yo los…

-¿Qué ha pasado? Estaban ahí…

-Yo no vi nada, pero tal y como los describes podía haber sido una mujer normal paseando a su perro ¡No tenías por qué apuntarles!

-¡Sí, a su perro verde del tamaño de una vaca!

-¡No puedes ir por la calle apuntando a todo lo que se menea con esa pistola de colorines!

-¡Es una ametralladora! ¡Y yo sé lo que vi!... Aunque ya estoy acostumbrado a que me tomen por loco… Bueno, mejor cállate hasta que lleguemos al instituto, todos te lo agradeceremos.

Y por suerte así ha hecho. Ya hemos llegado a ese condenado instituto, pero, como era de esperar, Evan no está.

-Anda, tú baja. Ojalá no tengamos que volver a vernos nunca más – digo a Sienna. Ella sin pensárselo dos veces baja sin despedirse. Creo que ya no le gusto tanto… A mí eso poco me importa… Ahora solo puedo pensar en alguien. Evan. Mi hermanito. Soy incapaz de quitarme ese mal presentimiento desde que me he levantado… Algo me despierta de mi trance. Los murmullos. Después de casi quince años de miradas y susurros uno acaba por acostumbrarse, pero hoy no estoy de buen humor.

-Hola, Si – han dicho con pocas ganas sus amigas. El clásico grupo de niñatas cursis y ñoñas del que yo me solía reír en mis tiempos de instituto. Todos me miran y empiezan a cotillear

-¿Quién es tu amigo? ¿De qué va disfrazado?

-Es Angelo Molinari, es el hermano de Evan.

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condenado soñador. No entiendo cómo me prefieres a mí. Yo llevaba diecisiete años maldiciendo el hecho de que mi hermano pequeño fuera mejor que yo en todo. Bueno, para gustos, colores… Hmm… te he hecho retrasarte… ¿Quieres que te lleve en la moto al instituto? Creo que iré allí por si Evan ya ha llegado o por si va a ir a clase. Tengo que hablar con él. – Sienna sube a la moto en silencio. Todavía está sin palabras por la charlita que le metí. Bueno, así mejor. No me apetece soportar la ridícula charla de una estúpida adolescente durante el trayecto.

Unos minutos después de haber salido del cementerio he frenado en seco. No es que haya visto nada muy importante, es que siempre freno en seco, es muy guay. A juzgar por la cara que pone Sienna a ella no le parece muy guay.

-Un espantapájaros – murmuré - Son realmente temibles. Lo único capaz de espantar a un bicho tan monstruoso como un cuervo. Ah… ¿Tú crees que tienen vida propia? – la miro sin fijarme mucho por el rabillo del ojo. No ha respondido – Yo creo que sí. ¿De qué iban a estar asustados los cuervos si no? Solo de algo peor que un pájaro de mal agüero que pica los ojos de los cadáveres… ¿Eh? ¿Estás llorando? – la miro más detenidamente y compruebo que estoy en lo cierto. Sin contenerme rompo a reír

-Patético… Aunque ¿Qué más se podría esperar de una cría de dieciséis años como tú?

-Eres muy cruel ¿sabes?

-Sí, y tú más con Evan.

-¡No! ¡Yo nunca le gritaría a la cara que no me importa!

-Pero es cierto. No le importas, se lo ocultas y él lo sabe. Debe de odiarte casi tanto como a mí. No decir las cosas a la cara duele aún más. Se supone que hay que decirlas a la cara y educadamente, haciendo uso de ese tacto del que yo siempre he carecido. ¿Acaso no tengo razón? – ha bajado los ojos y asiente débilmente. Vuelvo a mirar al espantapájaros - ¿Sabías que hay gente que piensa que traen desdichas? Evan me contó una vez una historia sobre el tema cuando éramos pequeños, pero no me acuerdo bien. Era algo de… un campesino… que hizo un espantapájaros… y entonces la gente empezó a morir y enfermar… y su familia le abandonó… y el pueblo se enfadó por no sé qué de la cosecha… y quemaron su casa con el espantapájaros y el granjero incluidos… y… Hmm… el espantapájaros era como su lado oscuro y… se vengó y los cuervos se comieron vivos a todos los del pueblo…no sé, no me acuerdo bien, pero era muy guay… Tanto Evan como yo les cogimos miedo a los espantapájaros, pero es normal… dan más mal rollo… uh – he notado como un escalofrío recorría mi cuerpo, como si alguien tirara un cubo de hielo picado por mi  médula ósea y como si los pequeños guijarros helados se fueran desviando hacia todos los nervios de mi       cuerpo. – Bueno, sigamos o no llegaremos nunca. – miro hacia atrás en el camino. No había ni rastro de Evan. Puse la moto en marcha y traté de pensar en positivo mientras me temía lo peor.
He vuelto a frenar en seco. Me ha llamado la atención una pequeña disputa que se celebra al borde del camino. Son una serpiente y una abeja. Yo nunca había visto nada así, pero me hace gracia. Evan y yo solíamos discutir sobre esas cosas. Yo tendría… menos de ocho años. Estábamos en aquella época en la que nos daba por la violencia gratuita entre monstruos, animales y bichos así. Nunca se nos quitó el afán por la violencia, pero éste evolucionó a la violencia entre superhéroes y súper villanos y al gore. En aquellos tiempos no hacíamos sobre quién ganaría en una pelea entre una abeja y una serpiente gigantes. Sé que suena estúpido, cualquiera diría que la serpiente, pero no sé, las abejas son muy guays… y tienen exoesqueleto, ojos compuestos y veneno, aunque no tan mortal como el de algunas serpientes, quién sabe lo que haría en grandes cantidades… Y eso de que estén organizadas en una sociedad también está muy bien, porque nos indica que son muy listos, esos bichos. Y hacían cera y miel. También son un poco “kamikazes”, eso de que te piquen y te mueres… es muy heroico. Todos quieren salvar el mundo, pero nadie quiere morir… Lo he oído en algún lado… Creo que en una canción.

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-¡Ya sé que está enfermo, por eso precisamente si no está en casa deberías preocuparte un poco! ¡Podría estar muerto! ¿Sabes? Pero a ti no te importa lo más lo mínimo. Definitivamente no entiendo todo lo que dice de ti.

-Bueno, lo cierto es que después de lo que hizo, estoy algo enfada con él.

-Pues yo no. Ha sido lo más amable que ha podido hacerme.

-¡Pero eres su hermano mayor!

-¿Viste cómo quedó? ¡Con esa brecha en la cabeza y empapado en sangre! ¡Y encima sabías que estaba enfermo y no me lo dijiste para que parase! ¡Pude haberle matado!

-Bueno… tú tampoco le hiciste daño…

-Pero habría estado dispuesto a hacerlo. Y él jamás me rogaría clemencia. Ni aunque mis golpes le estuvieran arrancado la vida.  – Me mira sin saber qué decir y aprovecho para echarle un par de cosas en cara – Mira, no es que te conozca mucho, pero sé exactamente qué tipo de persona eres. Perdona si te ofendo por lo que voy a decir, pero me sale del alma. A Evan le han pasado muchas cosas horribles, pero, en cuanto a las peores, yo me atrevería a destacar tres… bueno, y una cuarta tal vez, que sería la muerte de nuestra abuela, pero las tres de las que te hablo son mucho peores. Sin duda, la primera es el cáncer. La segunda soy yo. Y la tercera eres tú. – la expresión de horror de sus ojos era indescriptible. Inundaba todo su rostro. – Sí, en la primera digamos que el hecho explica los motivos por sí solo. En cuanto a lo segundo, está claro que dejarle sin explicaciones no fue lo mejor que pude hacer. Le hice daño y además lo dejé solo en esos momentos. Soy un egoísta. Pero me he dado cuenta de que tú eres como yo. Evan está enamorado de ti y a ti no te importa lo más mínimo. – Ella, mirándome desde abajo, murmura:

-Bueno, en realidad, lo que yo siento… - no puedo evitar interrumpirla entre risas

-¿Qué creías que no nos habíamos dado cuenta? Me adoras tanto como yo me adoro y eso no es poco. Eres la única que actuó como yo habría querido que todos actuaran, como yo habría actuado. Solo eres su amiga por interés. Evan era la clase de amigo que a alguien como nosotros nos interesaba tener. Era inteligente y estudioso, por lo que, no solo te ayudaría con los deberes, sino que además los demás pensarían que sería una buena influencia para ti. Pero él nunca trataría de imponérsete. Además, para ti estaba el añadido de que te acercaría a mí. Jamás llegarás a quererle tanto como él te quiere a ti. A mí me pasaba algo así, solo que un poco distinto, ya que éramos hermanos y por ello, obviamente, no sentía lo mismo por mí que por ti, pero a los dos nos admiraba. Y yo no estaba con él por interés, sino porque era mi hermano, pero siempre pensé que resultaba muy útil tener un hermano como él. – Sienna está bastante impactada, seguro que estoy en lo cierto – Y lo peor es que Evan lo sabe. Evan es tan liso, podrías asustarte de todas las cosas que sabe incluso aunque trates de ocultárselas. Él fue el primero en saber lo que sentías por mí.

-¿En serio? – parece tan sorprendida que me he echado a reír.

-¡Vamos! Hasta un idiota como yo es capaz de darse cuenta de que Evan hace todo lo que puede para parecerse a mí. Solo para impresionarte. Pone las mismas caras que yo, se ha puesto lentillas, se ha teñido el pelo… ¿De veras que no te has percatado de lo mucho que ha empezado a parecerse a mí?

-N-No… pero ahora que lo dices… - no puedo dejar de reír.
-¡Diablos! Creía que era imposible, pero eres aún peor que yo. Demasiado centrada en sí misma para mirar a su alrededor. – he soltado entre risas. En realidad es muy triste, pero es tan patético que no puedo dejar de reír. – Supongo que vuestro amor siempre fue tan imposible, como el de esas tragedias tan cursis de la era del romanticismo que Evan solía leer. Evan siempre ha sido un

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-No, sabes, no. Te habría replicado y explicado toda mi ideología, pero ahora pienso que no es más que un montón de basura. Y me arrepiento de aquello, si esto es lo que quieres oír. Me comporté como un crío idiota, pero ahora el pasado no me importa, solo importa por qué me voy a quedar, y lo voy a hacer por mi hermano. Por lo visto, algunos aquí lo ven como algo secundario con respecto al trabajo. – mi madre ha adoptado una expresión nerviosa que adopta cuando sabe que se avecina tormenta. Quentin levanta la mirada, dispuesto a replicarme, pero yo no le dejo hablar y meto aún más el dedo en la llaga. – Mientras tu hijo más te necesita, tú estás trabajando. No estás aquí para él, ni siquiera para tu esposa. – ríe. Pero lo hace con esa risa con la que ríen los súper-villanos cuando ya están a punto de pillarles. Esa risa de loco que usan cuando maldicen al héroe, tras contarle su plan y jurar y perjuran que volverán de entre los muertos o que escaparan de la prisión más segura de todo el universo. Esa risa que da tanto miedo.

- El pequeño se muestra cada vez más arisco conmigo, nada de lo que le decimos parece importarle, claro, él solo escucharía a su hermano. A su hermano mayor. Y este es un imbécil integral. Nos abandonó, le abandonó por una estupidez y le ha dejado solo cuando más le necesitaba, pero aún así si solo querría el consuelo de su hermano. Aunque no lo quiera reconocer. Solo quiere que su hermano le diga que siga vivo. A nadie parece importarle que su padre se pase horas y horas trabajando para conseguir dinero, porque, si hay una forma de salvarle, está claro que será cara, en un caso tan raro como el suyo. Pero el mayor no tiene ni idea y habla sin pensar. Y el pequeño no querrá vivir a no ser que venga el idiota de su hermano a pedírselo. – Respira y se tranquiliza un poco – Mira, sigo enfadado contigo, pero con el tiempo puede cerrarse la herida si veo que realmente te arrepientes, pero antes quiero que hagas algo. Ve a pedirle perdón a tu hermano por haberle abandonado sin dar explicaciones, por haberle dejado solo y deprimido sin que te hubieran importado nada sus sentimientos, aún sabiendo que tu hermano te adoraba. Pídele perdón por haberle dejado solo en sus peores momentos y haberte perdido cuatro años de su vida, por haber tirado a la basura la tuya. Haz que te perdone de todo corazón. – Guau. Eso es difícil, sobre todo, a juzgar por la paliza que me había pegado. Bueno, tengo que pararme a pensar tranquilamente. Por ahora me iré al cementerio. Demasiadas emociones fuertes en demasiado poco tiempo.

-Por cierto, haced el favor de limpiarle la cara. Evan se abrió una brecha contra una tumba mientras peleábamos y conociéndole seguro que aún sigue con esa herida sangrándole ahí. Seguro que ni siquiera se ha limpiado la herida.

Vaya, he tenido una pesadilla. Ojalá todo esto lo fuera. Me he despertado empapado en lágrimas, lleno de tierra, retorciéndome y temblando. Hace un frío terrible. Suspiro y puedo ver mi propio aliento como una pequeña nube que se materializa frente a mi rostro. Estoy en una postura un tanto extraña para dormir y parece que tuve un sueño inquieto. Intento moverme y ¡ah! Entre la paliza que me pegó Evan y la mala postura al dormir me está doliendo todo. Hoy el día está nublado y oscuro. Según la hora Sienna y Evan deberían estar a punto de pasar al lado del cementerio. Tengo que hablar con Evan cuanto antes. He estado mucho tiempo pensando y… bueno, no es que nos sobre el tiempo. No sé por qué, pero no me gusta cómo está el ambiente hoy, como muy cargado y asfixiante, a pesar de hacer un frío mortal. No me da ninguna buena espina.

Veo a alguien llegar. Es Sienna, pero Evan no está con ella. Se acerca con el fin de saludarme, pero yo, sin pensarlo, la cojo por los hombros y le pregunto:

-¡¿Dónde está Evan!? – la he asustado. Tal vez fui un poco agresivo.                                 

-N-No lo sé… No había nadie en casa. Seguro que ha tenido que ir al médico por… bueno, no sé si lo sabes… Lo cierto es que Evan está enfermo…

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cáncer, yo no lo habría soportado, pero él siempre ha sido mucho más fuerte que yo… En realidad hubo un tiempo en el que temí que esto ocurriera. Fue otra de mis pesadillas. Poco después de la muerte de la abuela, Evan había hecho un trabajo de clase o algo así sobre el cáncer. Nuestra madre le dijo que ni me mencionara la palabra cáncer, pero Evan supo que me interesaría, así que, arriesgándose a un castigo, me lo leyó porque pensó que me interesaría. Una de las cosas que más me marcó fue el hecho de que algunos pensaran que era hereditario ¿Y si nos tocaba a alguno de nosotros? ¿O a nuestra madre? Cuando pensé en quién se parecía más a ella, sin duda, llegué a la conclusión de que era Evan. Tanto en nuestra familia paterna como materna solo habían dos personas con el pelo castaño claro. La abuela y Evan (Aunque Evan ahora estaba teñido de rubio). Se parecían muchísimo. Hasta habían nacido el mismo día (aunque no creo que eso tuviera que ver). Él había heredado sus preciosos ojos verdes (aunque miopes, por desgracia) e incluso su encantadora personalidad. Por aquel entonces llegué a preocuparme muchísimo por él. Hablé con nuestra madre, sin delatar a Evan, y le conté mi preocupación. Ella consiguió tranquilizarme y hacerme creer que solo eran paranoias mías. Ojalá fuera capaz de creerlo ahora. No quiero que mi hermano se vaya. ¡Solo tiene diecisiete años! ¡Es imposible que esté tan cerca de la muerte! ¡Es injusto! Ahora entiendo por qué actuaba como un idiota conmigo, y no le culpo, porque me lo merezco, es más esa paliza fue demasiado amable. Por lo que he hecho merezco la muerte. Dejé solo a mi hermano sin ni tan siquiera despedirme. Lo he dejado solo en los peores momentos de su vida. No merezco ser llamado hermano suyo. Hice algo horrible, seguramente le dolió incluso aún más que el tratamiento para el cáncer, que no parece estar tomando demasiado, ya que no se le ha caído el pelo y mi dolor en el estómago y en la barriga te pueden jurar que no está tan débil como los enfermos de cáncer normales. Es increíble cuanto puede aguantar mi hermanito pequeño.

Estoy paralizado. Quisiera preguntarle algo a mi madre pero… No puedo. Aún no me lo creo. Mi propio hermano… que palo. Un portazo se oye desde la entrada. Yo ya sé quién entrará por esa puerta y no es que me alegre tener que volver a verle. Él es la razón principal por la que me fui de casa. Uno de los hombres a los que he llegado a odiar. Quentin Molinari. El que una vez fue mi padre.

Esta bastante más viejo y parece haberse de ese “principio de barriga cervecera” que siempre había tenido, pero sus andares de pingüino seguían acompañándole a cada paso que daba. Vuelve del trabajo elegantemente enchaquetado y con el pelo engominado. El traje de chaqueta le va algo grande por haber adelgazado mucho en muy poco tiempo, seguramente.

-Hola, cariño, ya he vuelto a casa… ¿Eh? ... ¿Qué demonios estás haciendo tú          aquí? – me ha mirado de arriba abajo con asco, pero era una mueca como la de Evan en el cementerio, cargada de indiferencia, lo que la hacía aún más cortante y dolorosa.

-¡Lo que tú no haces, idiota! – respondo sin pensarlo. Por fin podré aclarar mis asuntos con él como iguales. Ahora ya no soy su hijo. Solo soy un adulto dispuesto a cruzar unas cuantas “pacíficas” palabritas con otro adulto.

-Sabía que volverías. Tarde o temprano. Aunque te has retrasado más de lo que esperaba. Hace tiempo que dejamos de esperarte ¿Sabes no puedes irte así y esperar que te recibamos con los brazos abiertos?

-Yo nunca dije que esperara eso.

-Pero en el fondo creías que pasaría. Tu mente es demasiado simple.

-Mira, no importa por qué vine, pero fue una cuestión de negocios, si te interesa saberlo… - rompe a reír antes de que pueda acabar mi frase. Me está cabreando bastante.

-¿Negocios? ¿De veras quieras hacerme creer que has hecho algo de provecho con tu vida? – Es tan repelente. Actúa como si lo supiera todo y lo que más me fastidia es que la mayoría de veces tiene razón.

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-¡¡¡He dicho que te vayas!!! ¡¡¡Sé arreglármelas solo!!! – Sienna asustada sale corriendo y se aleja. Ahora que lo pienso debo de tener un aspecto horrible. No preguntéis cómo, pero he conseguido bajar de la estatua e intento limpiarme la sangre en la fuente del cementerio; pero, por segunda vez, no estoy teniendo éxito.

Otra vez en esta casa. Estoy husmeando por el jardín, sin atreverme a tocar a la puerta. Mi m-… Hmm Italia me ha visto de espaldas en la oscuridad y ha salido a recibirme.

-Si esto no significa nada para ti… ¿Por qué has vuelto?                             

-Eh… no es eso, es que, percibo una gran bestia maldita en esta casa. – me excuso yo de forma no muy creíble. Caminamos hasta el porche. Ahí Italia es capaz de verme bien gracias a la tenue luz que viene del interior de la casa.

-¡Madre de Dios! ¡Pero qué te ha pasado!

-Hmm solo estaba dando un paseo por el cementerio y… me caí… - miento aún sabiendo que no colará.

-Rápido, vamos adentro – me ha curado y ahora estamos sentados en el salón. Quentin no está y Evan está encerrado en su cuarto oyendo música. En la canción que suena reconozco ese grupo. El grupo favorito de Evan con un sonido en muchas canciones similar al de Smashing Pumpkins. No estaba mal, pero no era de mis grupos favoritos.

-Dime que no te has peleado con quién creo que te has peleado. – ha susurrado oscureciendo la mirada

-¿Quieres que te mienta? – pregunté débilmente. La frustración devoró su rostro.

-¿P-Por qué tenéis que hacerlo todo tan difícil? Hay algo que tienes que saber, pero no es fácil de explicar… ¿Cómo te sentirías si; ahora, estando peleados, Evan         muriese? - Eso me ha calado demasiado hondo y preocupado empiezo:

-¿¡Qué!? Si yo no le hice esa herida, fue él solo… ¿p-por qué me estás preguntando así? Tampoco e-es que se vaya a morir… - murmuro haciendo el esfuerzo de que mi voz no suene tan débil como si estuviera a punto de llorar, porque estoy a punto de llorar.

-No me refiero a ninguna herida, Angelo – dice algo solo moviendo los labios, sin emitir ningún sonido, pero yo soy capaz de leerlo – Cáncer.
Y también sin ningún sonido siento como comienzo a ahogarme en agonía. Llevaba demasiados años evitando oír esa odiosa palabra. La simple mención de esas dos oscuras sílabas revivía aquellos fantasmas de mi pasado. Desde los catorce años hasta los dieciséis, todas las noches, las pesadillas me atormentaron. Y todas iban de lo mismo. Cáncer. Ése maldito cangrejo del demonio que se llevó a mi abuela de mi lado. A mi querida abuela. Fue una muerte horrible que se convirtió en lo más temido para mí. Fue como si alguien fuese arrancándole los pétalos de su vida uno a uno y ella lo sabía. Desde el principio supo que iba a dejarnos y no se pudo hacer nada para evitar el trágico final. Dos años de terribles pesadillas en las que iban a por mí. Cangrejos-escorpiones que con su aguijón me inyectaban algo horrible que hacía que a todos mis seres queridos los fuera devorando la quimio hasta que cuando solo quedaba yo solo, también empezara a consumirme hasta que esos demonios conseguían acallar mi voz para toda la eternidad. Sigo sin poder oír esa palabra sin sentir miedo. Es como mi debilidad de superhéroe, mi criptonita verde, mi mayor temor. Algo a lo que ni siquiera yo, un fabuloso guardián de armas puede vencer. Me sentía como si en el mundo solo estuviéramos yo y una inmensa oscuridad que trata de tragarme, aunque no fuera mi cuerpo en el que el cáncer habitaba. Y ahora Evan… Imposible. No. Simplemente no puede estar pasando esto. Mi hermano pequeño engullido por mi peor enemigo. Él también lo sabe. Sabe lo horrible que es el

Página VII

Evan ha entrado en el cementerio, no obstante, Sienna parlotea demasiado distraída para oír los pasos. Pobre chica, no se da cuenta de que no le estoy haciendo ni caso.

-A pesar de lo que te dije has venido – Sienna se giró algo sorprendida. Baja la mirada y comienza a juguetear nerviosa con unos de sus largos y ondulados mechones     castaños. -“No deberías ir ¿Pero no lo has visto? Está loco y lo sabes”… “Sienna, mañana tienes un examen final de historia de Italia. Ese tío la única historia que te puede contar es la de cómo el ácido le fundió el cerebro. Te lo digo yo, no es una buena compañía” ¿Qué más necesitabas que te dijera para pararte los pies?

-Hola, querido – digo algo cabreado. Puede que fuera mi hermano, pero se está  pasando. – En casa me contuve porque estaba tu mami delante, que si no, te habría partido la cara.

-Te advierto que ya no soy un crío y que ya no soy un crío y de que el que saldrá herido podrías ser tú.

- ¡Evan! ¡Angelo es tu hermano mayor! ¡No te atrevas a hablarle así! - ¿Sienna está de mi lado? No lo entiendo, pero qué más da. Sé que él saldrá mal parado de aquí, y en cierto modo me da pena. Me empezaba a gustar su aspecto actual, se parece a mí. Sin pensarlo trato de darle un puñetazo. Lo ha evitado, lo cual me pone aún de peor humor. Seguimos peleando. Sienna trata de pararnos, pero no sabe cómo. De un empujón he hecho que Evan se dé un buen cabezazo contra una lápida. Eso le dejará el ojo morado en poco tiempo. Ahora que lo veo, un hilo de sangre gotea de una brecha que acaba de abrirse en la frente, casi en el nacimiento del pelo. Reconozco que Evan no es ningún debilucho, pero de ahí hasta llegar a mi nivel…

-¿Tienes suficiente por hoy, princesita? ¿O quieres más? – no puedo evitar búrlame de él. El problema es que eso me distrae… Evan me acaba de pegar un buen puñetazo en todo el estómago y para colmo tengo una tumba a mi espalda contra la que su puño me oprime. Noto como un líquido cálido moja mis labios y no tardo en probar su sabor metálico. Ese mismo líquido que mana cada vez más rápido de la herida de Evan goteaba ahora bajo la comisura de mi boca. Cuando me ha dejado libre he caído al suelo abrazándome fuertemente el abdomen con ambas manos ¡Oh, diablos! ¡Sí que duele!

- ¡¡¡Evan!!!¡¡¡Cómo has podido hacerle esto a tu hermano!!! – grita Sienna incrédula. Evan aprovecha que estoy en el suelo para patearme unas cuantas veces. Yo solo me retuerzo de dolor ¡Diablos!

-H-Hijo de… - estoy consiguiendo articular con dificultad entre mi agonía

-También es tu madre, idiota – me ha interrumpido él sin despegar esa expresión de asco de su cara. Era tan odiosa. Creé un monstruo cuando la desarrollé. Me arrepiento de cada vez que la adopté, nunca supe que fuera tan desagradable. Evan me ha levantado del suelo sin atender a los gritos de horror que profería su amiga. Para estar hecho un palo tiene fuerza. Me ha enganchado la chaqueta a la espada de una de esas estatuas funerarias y me ha pegado un buen puñetazo en la mandíbula. Poniéndose de puntillas, me ha besado en la mejilla y ahora mismo sale del cementerio. ¡Maldito crío del demonio!

-¡Oh dios mío, Angelo! ¡Deja que te ayude! – grita preocupada Sienna.

-No, será mejor que te vayas.

-¿Qué? Pero, Angelo…

-Vete

-Pero, yo…

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tenía cuando me fui, pero él no haría nunca nada tan estúpido. Un momento, parece que se gira hacia nosotros:

-Ah, y sería una verdadera pena romperte tu bonita nariz – de milagro estoy conteniendo el impulso de subir las escaleras y partirle la cara. El buenazo de Evan no puede haberse convertido en este idiota.

-Señora Molinari, ya ve usted que Evan está bastante inmunizado contra mí. Creo que me voy. – cojo mi arma y, sin atender a sus intentos de que me quede, me dirijo al cementerio de nuevo.

Bueno, todavía no me puedo quitar de la cabeza lo que dijo Evan ayer por la noche. No fue buena idea volver al pueblo.

-¡Hola! – levanto la cabeza y veo quién ha dicho eso. Es aquella amiga de Evan. Por suerte él no está aquí.

-Hola, Sienna – he dicho, rogando no haberme equivocado con su nombre. Sonríe, eso es que lo he dicho bien - ¿Y qué estás haciendo aquí?

-Bueno, me prometiste una explicación. – me mira sonriente. Nunca entendí porque Evan decía que era tan fantástica, aunque tampoco me cae del todo mal…

-Oh, sí, claro. Bueno, hace cuatro años tuve una pelea con el padre de Evan, fue horrible, así que me fui de casa sin pensármelo dos veces. Tras bastante tiempo pensando hallé la respuesta. La mejor forma de vivir. Sin ninguna relación que me ate, solo volando libre. Haciendo lo que quiero, cuando quiero, si quiero y porque quiero. Ahora soy un nuevo ser. – ella no parece muy atenta a lo que digo. Solo me mira de arriba abajo absorta en su mundo. No obstante murmura algo:

-¡Qué guay! – ha dicho con voz floja de niña cursi.

-Bueno, entonces comencé a pensar en qué me gustaría ser y deduje que lo mejor sería convertirme en un superhéroe. Pero no como Spiderman, sino como Batman, ya sabes, un caballero oscuro. – ella no parece tener ni la más mínima idea sobre lo que le estoy hablando, pero aún así asiente con un leve “Ajá” – Pues no fue un proceso fácil, pero ahora soy un guardián de almas. Muchas veces, ciertas criaturas perturban el descanso de los difuntos. Ya sabes, como por ejemplo los ghouls, que son demonios necrófagos ¿Entiendes? Que comen cadáveres y eso. Pues yo me dedico a eliminar esos monstruos y así las almas de los difuntos pueden descansar. Y tengo mi traje y mi ametralladora… Soy un superhéroe de verdad.

-Eso tiene que ser genial – dice entre risas tontas. Yo sé que me ha tomado por un loco. Todo el mundo lo hace, pero no se les puede culpar, todas esas cosas que me inventé… Algunas veces yo también estoy seguro de mi locura.

-Eso es lo que yo sé. No estoy muy seguro de cómo lo vivieron los Molinari. Oí que a Evan le afectó mucho, pero viendo como actuó cuesta creerlo.

-Hmm, sí, ya, A Evan le dolió, porque él… te quería un montón y como que… le decepcionaste o algo.

-Bueno, yo no pensé en hacerlo, esperé que él entendiera que necesitaba… liberarme – se forma un silencio, pero Sienna lo rompe:

-¿Te quedarás mucho por aquí? Porque cuando te fuiste me di cuenta de que me gustaría conocerte mejor y quisiera tener la oportunidad… - para ser amiga de Evan, éste no parecía importarle mucho, es más ni siquiera me ha echado la bronca por todo lo que le he hecho sufrir, no parece ni siquiera un poco enfadada conmigo. Me extrañó mucho, ya que Evan no paraba de hablar de ella antes de que me fuera.

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-No es mi hermano – corrijo en tono repelente. Mi madre, que parecía una pira humana de rabia ha explotado del todo con mi última frase. Se acerca a mí amenazante. Incluso una mujer pequeña de casi cincuenta años asusta tan enfadada. A pesar de que una vez fue mi madre parece dispuesta a matarme. Me tiene aterrado y arrinconado en una esquina

-Di que yo no soy tu madre. Me dolerá, pero podré soportarlo. Di que Quentin no es tu padre. Me enfadaré, pero se me pasará, Pero nuca jamás te atrevas a decir que Evander no es tu hermano. No te dejaré seguir haciéndole daño. – Vaya, todos me han dejado de querer muy facilmente. Sinceramente, yo esperaba que cuando llegara aquí me los encontrara a todos llorándome y rogándome que volviera y entonces yo les miraría con aire de superioridad y les diría algo como “Lo siento, pero ahora soy un alma libre” Pero no,  todos habían rehecho su vida dejándome atrás. No parecían haber derramado ni tan siquiera una lágrima por mí. Pero yo no puedo decir lo mismo. Aunque jamás lo admitiré delante de ellos llevo más de mil doscientas noches arrepintiéndome de lo que hice en una sola. Tal vez no eliminé las relaciones tan profundamente como a mí me hubiera gustado.

-Mira, yo y tu padre te queremos muchísimo y sufrimos terriblemente; pero nada comparado con lo de tu hermano. Pasó seis meses encerrado en vuestra habitación. No dejaba de gritar y lanzar cosas por las ventanas y, si no le hubiéramos calmado, Dios sabe lo que habría hecho.

-Uh, maldición – se ha oído un murmullo proveniente del recibidor. Ahora se ha oído un portazo. Tanto Italia como yo nos asomamos a la puerta de la cocina. Evan hurgaba en su maleta, malhumorado.

-E-Evan, cariño… Jamás adivinarías con quién estoy hablando.

- Pues yo creo que sí, déjame intentarlo. Es un loco, rubio, de veintiún años. Va disfrazado de superhéroe de segunda y se pasea por el cementerio con un bazoka de colorines.

-Es una ametralladora. – le he corregido. De verdad que me ha complacido hacerlo, ya que Evan siempre había sido el Sr. Perfecto que corregía a todo el mundo y que lo sabía todo. Él levanta la cabeza y me mira como diciendo: “¿Y a quién le importa, idiota?”

-¿Cómo lo…?

-Verá, señora Molinari, lo cierto es que su hijo y yo tuvimos un encuentro esta mañana cuando Evander se dirigía al instituto.

-¿Y por qué no me dijiste nada, Evan?

-No me pareció importante

-¡¿Que no…?! B-Bueno, tu hermano, tú y yo tenemos que hablar.

-Oh, no. No quisiera meterme en vuestra conversación. Parecíais muy contentos hablando de mí cuando yo no estaba para opinar.

-Bueno, pues ahora podrás explicárselo tú. Angelo es tu hermano, tiene que saberlo.
-¿Y a mí qué? ¡Como si es mi bisabuela! ¡Como si es el amante de mi padre! ¡Este hombre me importa…! ¡Me importa menos que nada! Así que no pienso perder ni tiempo ni saliva en una estúpida charla con él – Esas palabras se me han clavado hondo. No creí que Evan fuera capaz de decir eso… estoy destrozado. Al fin y al cabo ese llorica es más duro que yo. Aguantar. Eso es lo que debo hacer. Por lo menos hasta que llegue al cementerio no puedo ni gritar, ni llorar, ni nada. Evan ha empezado a subir las escaleras cargado con una inestable pila de libros en brazos. Da fuertes pisotones y patea los libros que van cayendo de la enorme pila. Yo nunca había visto a Evan hacerle nada malo a un libro hasta ahora. Además él no era muy agresivo. Lo de patear cosas era algo mío. Ahora que lo pienso… Evan tiene ahora la misma edad que yo

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estuviera el jardín, más estresada había estado ¿Qué habría pasado para que estuviera así? Nuestro jardín nunca había estado tan colorido. Casi hace daño a la vista.

-¡Oh dios mío!... ¿A-Angelo? ¿Eres tú? – desde la puerta de la casa una mujer me está mirando. Yo no me había percatado de su presencia hasta ahora. Mi madre… bueno, ya no lo es. No había cambiado mucho, solo estaba más vieja. Bastantes más canas y arrugas y unas pequeñas ojeras acumuladas bajo sus ojos. No esperaba encontrarla tan envejecida, pero supongo que el tiempo pasa para todos. Solo la estoy mirando. He sonreído y se me ha escapado un ligero:

-Hola.

Nos estamos mirando cara a cara por primera vez en cuatro años. No nos hemos visto desde que yo huí de casa. Cuando tenía diecisiete años.

-¿Después de tanto tiempo sin vernos solo dices eso? – me preguntó ella decepcionada. Yo sonrío tímidamente, francamente, no sé qué más puedo hacer.

-Hay tanto que decir que no sé por dónde empezar. – no parece muy contenta, pero me ha hecho pasar. Cuelgo mi arma en el perchero de los abrigos. Ahora los dos estamos sentados en la mesa de la cocina. Sobre ésta ha dispuesto unas galletas. Acaba de hacer té. Ambos estamos sentados en silencio. Yo diría que estamos solos en casa.

-Entonces, tu esposo… no está aquí ¿verdad? – he tratado de empezar a hablar evitando el tema de mi huida.

-No, está en el trabajo. Pasa mucho tiempo allí. – el tono de su voz pareció irse apagando con cada. Creo haberle oído murmurar algo al final, pero no lo he entendido. Levanta la mirada y aprieta los labios. Parece estar conteniendo las lágrimas. – Sabes que no es eso de lo que quiero hablar contigo… ¿Por qué te fuiste? ¿No sabes el daño que nos hiciste?

-Eh, sí. Sí, lo sé. Pero… eh… bueno, en realidad sí que hice algo estúpido… y si me dieran la oportunidad de escoger de nuevo… Hmm… Tal vez, no me iría… Pero ahora eso no importa…es difícil entenderlo, pero… loo… lo puedo explicar – estoy buscando las palabras dubitativo, como si, ni siquiera yo mismo, supiera lo que quiero decir. Mi madre, bueno, ya no tengo derecho a llamarla así… Italia Molinari (que así se llama) me ha mirado entre decepcionada y dolorida y me ha indicado que empiece a hablar. Yo me estoy demorando más de lo que había esperado, pero no es algo fácil de explicar.

-Bueno, yo estaba muy enfadado cuando me peleé con Quent…                                        

- Llámalo papá, es tu padre.

- Ya no. Deja que te explique. Todos los vínculos humanos me parecieron inútiles, así que decidí eliminarlos. Ahora vivo libre haciendo lo que quiero cuando quiero. En concreto me dedico a eliminar monstruos y criaturas que perturban la paz de los difuntos, soy un guardián de almas.

-¡Mira, no sé de qué cómic gótico te habrás sacado eso de “guardián de almas” ni de qué banda de rock radical te habrá metido esa ideología antisocial en la cabeza, pero haz el favor de dejar de decir todas esas sandeces! ¡No sabes todo lo que hemos sufrido! – me  ha interrumpido gritando.

-Para tu información, el término de “guardián de almas” es de mi cosecha y respecto a mis influencias… - empiezo a explicarle. Ella golpea la mesa iracunda

-¡No me interesan esas tonterías! ¡Sólo quiero saber cómo fuiste capaz de hacernos esto! ¡De hacerle esto a tu hermano!

Página III

no estoy unido a nadie, así es cómo debe ser. Pero solo creí que yo le importaba un poco más, jamás me habría imaginado así nuestro reencuentro. Me sorprende todo lo que me está costando sonreír. Por fin lo he conseguido, bueno, si una mueca de alegría forzada y rígida cuenta como sonrisa.

-Bueno, me alegra que hayas entendido que ya no soy tu hermano.

-¿Eh? ¿Q-Qué pasa? Vosotros sois hermanos ¿Lo has olvidado? ¿No te habrás olvidado de mí? Soy yo, Sienna. – esa cría parece tan confusa por nuestra forma de actuar que no puedo contener la risa.

-No, solo es que ya no somos hermanos. Ya no soy quién era. Ni siquiera soy un ser humano. Me sorprende un poco que lo hayas adivinado.

-En realidad fue muy fácil. Mi hermano mayor jamás me habría abandonado así. Para mí este tío al que tengo delante es un completo desconocido. Y, por si a este completo desconocido le interesa saberlo, mi nombre es Evander Molinari.

-Algo así había oído. Yo no tengo nombre, pero llámame… El artista antes conocido como Angelo. Encantado. –Evan torció los labios conteniendo las pequeñas carcajadas que trataban de escaparse de estos. Evan me mira a los ojos y se dispone a hablar.

-Diría que yo también lo estoy, pero mentiría. He oído algunas cosas sobre ti y no me habría gustado conocerte, créeme.

-¿Eh?, pero… no lo entiendo. Vosotros dos os llevabais genial.

-Error. Angelo se llevaba genial con él, pero yo ya no soy Angelo. Ahora soy un guardián de almas. No estoy unido a nada, soy un alma libre. Soy superior a las personas. Mi vida es prácticamente perfecta – Evan, con los ojos en blanco me hace la burla cuando cree que no le miro. Yo le lanzo una mirada (cabe decir que un tanto agresiva) que habla por sí sola. Dice algo como “Lo que me quieras decir, alto y claro a la cara, por favor.” Él apartó la mirada con desdén. Debía de odiarme mucho. Visto desde su ángulo, es como si yo hubiera sido el asesino de su hermano.

-Entonces, ¿tenemos que volver a presentarnos? – ha preguntado Sienna, que no se ha percatado de nuestra guerra de miradas. Niego con la cabeza. Evan ha chasqueado su lengua, molesto. Mira a su reloj y encuentra la excusa perfecta para huir de aquí, para huir de mí. Mira a su reloj y encuentra la excusa perfecta:

-Vamos a llegar tarde a clase, Sienna.

-¡Pero hay tantas cosas que explicar!

-Evander tiene razón. Tenéis que ir al instituto. Luego os lo explicaré, lo prometo. No creo que me mueva mucho de aquí en algunos días. – me despedí. Por fin solo. Era la hora de dedicarme totalmente a mi labor. Allá vamos.
Ya deben de rondar las cuatro de la tarde. En este pueblo, eso significa la hora de la siesta española. Bueno, en algo hay que aprovecharse de nuestro país vecino y la mejor forma de hacerlo es seguir esa tradición. En mi opinión la siesta es el mejor invento español. Sin saber por qué, me encuentro sobre mi moto, cabalgando en el asfalto hacia la casa que me vio nacer. No lo entiendo, sería estúpido sentir nostalgia de mi vida anterior puesto que la actual es sencillamente perfecta. Se supone que estoy por encima de todos esos sentimientos y vínculos humanos ¿Qué me está pasando? Me siento como un niño pequeño que llora y se abraza a sus padres y a su peluche en su primer día de colegio por miedo a separarse de ellos. Aquí estoy… En mi antigua casa… No ha cambiado mucho. El jardín está demasiado florido. Eso me preocupa. Mi madre solía usar la jardinería para liberar estrés. Ergo, cuanto más florido

Página II

desagradable. Maldición. En nuestro cementerio no había ningún guardián, pero había una señora mayor viuda que merodeaba siempre por allí. Desde que tenía uso de consciencia esa mujer llevaba igual de sorda, vieja, dolorida de los huesos, ciega y cascarrabias, pero a pesar de ello nunca parecía llegarle la hora. Era la clase de señora que nos perseguía para pegarnos con el bastón hasta aterrorizarnos por haber estado jugando a la pelota en su jardín. Como era de esperar, se habían extendido numerosas leyendas urbanas sobre ella. Evan aseguraba que había nacido en la época de los egipcios pues su parecido con las momias era innegable. Yo, en cambio pensaba que había nacido en el jurásico y que era un dinosaurio un poco evolucionado. Lo más curioso es que, a pesar de que todos sabíamos quién era esa señora nunca hablé con nadie que supiera su nombre.

Vale, ahora sé que no se trata de aquella señora. Acabo de oír voces. Son muchachos. Un chico y una chica, posiblemente de camino al instituto. Me he levantado. No les tengo ningún miedo a dos adolescentes aunque no puedo decir lo mismo de esa señora mayor. Tengo curiosidad por saber quién usa ahora nuestro camino. No me había equivocado, son un chico y una chica de unos… diecisiete años. La chica me suena pero ¿a quién le importa? Todas las chicas aquí son iguales. Pero el chico sí que me llama mucho más la atención. Recuerdo su cara, pero es como si un huracán desordenara y mezclara mis pensamientos. La primera vez que lo he visto he pensado que… soy yo; pero aunque este loco soy incapaz de creerme eso. Además yo no tengo los ojos verdes. Reconozco esos ojos verdes y esa cara. Son de mi hermano, pero hay tantas cosas distintas en él. Él no era rubio, ni tenía ese corte de pelo. La última vez que le vi llevaba gafas y no estaba tan pálido. Ha crecido un montón, pero no parece haber engordado ni siquiera un gramo por lo que, con respecto a su altura (que es casi más alto que yo a pesar de ser más joven) está casi esquelético.

-¡Eh! ¡Evan! ¡Hay alguien en el cementerio! ¿Por qué no vamos a ver quién es? – he conseguido oír a la chica. Se están acercando. Ahora que la veo bien, esa chica era amiga de Evan, pero no recuerdo su nombre… Y visto de cerca está claro que el es Evan, pero ha cambiado mucho. El nunca se había parecido a mí, pero ahora no sería difícil adivinar que una vez fuimos hermanos. Reconozco que me asustan un poco las enormes ojeras que enmarcan sus ojos.

-Esto… no me parece buena idea. Seguro que solo es alguien que viene a visitar a sus difuntos, se enfadará si le molestamos. – respondió Evan. Seguía siendo aquel miedica que fue mi hermano, pero ya no es un crío, ahora es un hombre. Aunque a mí no me importa porque ya no somos hermanos.

Pues aquí estamos. Han entrado al cementerio y estamos cara a cara. Evander y yo

-¡Oh! ¡Dios mío! ¡Es Angelo! ¡Angelo ha vuelto, Evan! ¿No es fantástico? – ha preguntado esa cría. Evander no parece muy feliz de verme. En su cara se posa una mueca de asco. Esa mirada prepotente me suena bastante. Era mía. Me había costado horrores desarrollar una expresión tan guay como ésa. Había visto miles de expresiones prepotentes y las había perfeccionado y adaptado a mi estilo. Estaba orgullosísimo de mi creación final así que la adoptaba siempre que podía. Para mi desdicha a Evan le iba mucho mejor que a mí. ¡Evan ha cambiado tanto!... cuando me fui nunca llegarías a pensar que Evander Molinari llegaría a ser alguien guay, sino alguien inteligente, y ambas cosas suelen se casi siempre incompatibles. Siempre estaba estudiando y leyendo y era muy responsable. En cambio yo no estudiaba, porque estudiar no es guay. Yo solo quería ser guay, pero a mi manera. Aquel chico misterioso y solitario al que todos necesitan, como Logan (Lobezno) de los X-men. Eso era todo a lo que yo aspiraba, y así estoy. Ni siquiera acabé el instituto. En cambio, yo siempre pensé que Evan podía llegar a ser incluso presidente de toda Italia si se lo proponía y me es imposible creer que aquel listillo con el que viví mi infancia haya desaparecido de la faz de la tierra.
-¿Fantástico? ¿Por qué? – ha preguntado él alzando una ceja, sin embargo, no despega esa mueca de indiferencia y repulsión de su rostro. En el instante en el que he oído eso ha sido como si algo dentro de mí se rompiera en mil pedazos. Bueno, esto era lo que yo quería… Sí, yo

Página I

Son las doce de la noche en este pueblo tranquilo. Bueno, en realidad acaba de cambiar lo que marca mi reloj en este justo instante. Son las doce y un minuto… y a partir de ahora el pueblo ya no estará tan tranquilo ¿Qué por qué? Muy fácil. Acabo de cruzar sus puertas. Recuerdo esta ciudad, pero estos recuerdos no pertenecen a mi vida actual, sino a la humana anterior. Cuando huí de aquí llorando como un niño tonto creí que jamás podría volver sin que los remordimientos me devoraran entero. Esa es la ventaja de haber abandonado mi existencia anterior para convertirme en lo que soy ahora, un guardián de almas. La cosa es que, como tal me he visto obligado a volver por unos asuntos, pero también por mi propia voluntad. Hacía años que deseaba volver aquí, pero no se había dado… el momento adecuado. Ese momento ha llegado y si quiero hacerlo lo haré. Al fin al cabo así vivo yo. Si quiero hacer algo lo hago y si no pues no. Solo me cruzo con gente si quiero hacerlo y no existe ningún vínculo que me ate a nada o a nadie. Es una vida perfecta.

Mi primer destino es el cementerio. Allí es donde más tengo que hacer. Casi todas las criaturas que disfrutan perturbando almas se esconden en ese lugar. Recordaba haber pasado por al lado del cementerio cientos de veces, quiero decir,… en mi vida anterior. Esta ciudad nunca fue muy grande, había muy pocos caminos que llevaran del instituto a nuestra casa y viceversa. El de al lado del cementerio era nuestro favorito. No porque nos gustaran los cementerios (siempre fui raro pero me cuesta imaginar que a alguien le gusten los cementerios por muy bonitas que sean las estatuas funerarias o los mausoleos) Ese camino era el mejor, ya lo habíamos comprobado en todos los aspectos. Estaba rodeado de árboles que proyectaban una ligera y agradable sombra a casi todas horas del día. Era tranquilo, silencioso y no solía estar muy transitado y además, los coches no podían pasar por allí. Pero lo mejor era la distancia. No era el camino más corto, pero tampoco el más largo y, aunque parezca raro, eso era muy útil. Daba el tiempo justo de hablar un buen rato sin quedarse sin tema de conversación. También servía como excusa para llegar más tarde y retrasar el tiempo de empezar a hacer los deberes y estudiar. Solíamos ir y volver del instituto siempre por allí. Aunque eso fue antes, cuando yo era humano. Ese tiempo ya se acabó.

Bueno, he de concentrarme… los difuntos necesitan de mis servicios y me apetece ayudarles. Ya tengo mi ametralladora en la mano. Ahora, a la caza. He comenzado a correr cuando encontré algo que me ha hecho parar. “Aquí yace Gianna Di Luca 1940-1997 U Descanse en paz” La tía abuela Gi. Recuerdo aquella mañana de domingo en la que nos levantaron tan temprano y nos dijeron que tía Gi se había ido. Nosotros éramos muy pequeños, no entendimos mucho lo que pasaba. Solo sabíamos que, una mañana, nos habían levantado, engominado el pelo (tanto que parecía de cartón) y casi nos habían ahogado en colonia. También nos habían enfundado en pequeños trajes de chaqueta (que picaban mucho, por cierto). Recuerdo que yo cogía de la mano a Evan. Evander era mi hermano pequeño por aquel entonces. Yo le sujetaba bien fuerte porque su cara de sueño no tenía precio. Parecía a punto de caer rendido en cualquier momento. No nos dolió ya que no sabíamos que conllevaba la muerte y, ojos que no ven, corazón que no siente. No entendimos el dolor de esa clase de cosas hasta mucho después, cuando nuestra abuela falleció… pero ¿A qué viene esto ahora? Tengo que concentrarme en mi vida actual, la anterior ya no importa. No sé qué significa esta sensación tan rara, pero tengo que revisar las tumbas, no sé por qué… lo necesito. ¿Qué diablos me pasa? Bueno, será mejor que me eche a dormir. Mañana seguiré al alba. Así que, bueno, solo me tumbaré en el suelo y esperaré a conciliar el sueño. Hasta mañana entonces.
Ya ha amanecido hace un rato y yo estoy lleno de tierra. Reconozco que tumbarme en el suelo del cementerio a dormir no fue la mejor idea del mundo, pero no importa. Fui a la fuente que hay a la entrada del cementerio a intentar limpiarme un poco la tierra, pero sin un espejo dudo que esté teniendo mucho éxito. Oigo pasos. Sin pensarlo me he tirado al suelo consiguiendo así que, gracias a haberme mojado toda la tierra se me empegoste de una forma aún más